jueves, 28 de agosto de 2008

EL MODELO DE LA ESPIRAL EN EL COACHING



La espiral, representación de la naturaleza en el ser humano y del ser humano en el Universo

Para la JEI , hemos encontrado en la metáfora de la espiral la forma de representar tanto el propio proceso de crecimiento personal como la forma de acompañar al otro en su respectivo proceso de auto-conocimiento. El símbolo de la espiral es tan antiguo como el ser humano y se encuentra en los trazos hechos por el hombre primitivo sobre las rocas de grutas y cavernas. En casi todas las civilizaciones la espiral ha sido una constante para representar la evolución, el crecimiento y el progreso del ser humano. Es más, la espiral es una figura geométrica que se encuentra en miles de seres de la naturaleza, desde los caracoles hasta los cuernos de las cabras de monte. La serpiente enroscada en espiral es símbolo de crecimiento en muchas civilizaciones antiguas y en el mundo microscópico encontramos muchas figuras elementales que representan esa forma. Si miramos al Universo y sus astros encontramos que hay muchas galaxias que toman esta forma, entre ellas la famosa galaxia de Andrómeda que bajo el telescopio se observa como una espiral perfecta. La figura tan temible del tornado es también un bello ejemplo para entender la espiral. En el tornado todo es desorden, movimiento, y caos aparente, sólo en el centro del huracán en su ojo se experimenta una paz absoluta. El centro de la espiral es la Esencia del ser humano, donde hay una absoluta tranquilidad interior, donde la armonía es el eje de todo el accionar humano.
El ser humano nace conectado con su Esencia, una Esencia que se halla presente ya en el Universo. Con el correr del tiempo y los procesos de educación y aculturación, esa Esencia va quedando “envuelta” en múltiples capas como las de una cebolla. El filósofo y pensador alemán Graf von Dürkheim, quien se formó en las tradiciones orientales en una larga estadía en el Japón, habla de dos conceptos útiles para nosotros: el Ser Esencial y el Ser Existencial . Si miramos el centro de la espiral, encontramos la Esencia del ser humano, es decir, el Ser Esencial, aquel que nos conecta con nosotros mismos, con la divinidad y con lo trascendental, es un ser puro que nos une a todos en lo que todos compartimos y nos hace esencialmente iguales: una parte del Universo. El Ser Esencial es iluminado por el amor, la entrega, el servicio, la humildad y la generosidad. Es este el que va siendo cubierto de creencias, valores, temores, mandatos, juicios y prejuicios sobre lo moral y lo inmoral, lo correcto y lo incorrecto, que le permiten y facilitan vivir en comunidad y acoplarse al mundo exterior. Esta gruesa capa de creencias es lo que se denomina el Ser Existencial . Ese ser que es necesario para poderse desenvolverse en la sociedad. ¿Y qué sucede con la Esencia , con ese Ser Esencial que algún día nació? Va quedando escondido, capa tras capa de vivencias y experiencias y es esto lo que conduce a la sensación de vacío e insatisfacción que acompaña a muchas personas en su edad adulta. Es en este momento, cuando la persona se da cuenta de que algo puede ser diferente y hay que retornar a la Esencia. La pregunta es cómo hacerlo.
Uno de los caminos, entre muchos otros procesos de crecimiento personal, es el proceso de coaching. En nuestro modelo de la espiral, el individuo avanza en su propio proceso de crecimiento interior como en una espiral. Si equiparamos la vida humana a una gran espiral, la persona inicia su proceso de crecimiento en el aquí y el ahora, en ese lugar en donde se encuentra en el momento presente, visualizando un propósito que quiere alcanzar. Comienza a avanzar, surco tras surco, buscando aproximarse a ese propósito, que a su vez pretende acercarlo al centro de la espiral, es decir a su Ser Esencial , a aquel lugar donde su existencia hace sentido, donde su razón de ser se aclara y donde se conecta de manera profunda con el Universo. En la medida en que su auto - conocimiento se profundiza, que la espiral se estrecha y toca los confines del Ser Esencial , su capacidad de acompañar a otros se expande, y la espiral comienza ampliarse en surcos cada vez más grandes. Es decir, se da la espiral doble, primero en el sentido de cerrarse hasta llegar al Ser más profundo, lo esencial y luego se amplía en la trascendencia y el impacto de los demás. De esta forma, resulta indispensable iniciar con el proceso de introspección y crecimiento personal para poder luego acompañar a los demás en sus respectivos procesos.
Definimos al proceso de coaching como un avance significativo en la espiral, acercándose al Ser Esencial. Con el coaching se tocan las capas externas de esa espiral y se recorre el camino hacia su eje. Ese eje central está siempre presente y ejerce un fuerte magnetismo que atrae hacía sí los surcos de la espiral. En la medida en que se avanza hacia el centro, la persona se va sintiendo más coherente consigo misma, con lo que le es significativo, con lo que verdaderamente valora, hay un proceso de toma de conciencia, de “darse cuenta” y va tomando las acciones que le permiten acercarse más y más a su Ser Esencial.
La metáfora de la espiral aplicada al proceso de coaching
Cada sesión de coaching corresponde a una vuelta en la espiral en la que se avanza siguiendo varios pasos:
•  Asumir la potestad por el propio proceso y fijar un objetivo. Nadie, más que uno mismo, puede avanzar en la propia espiral de la vida. Asumir la potestad por este proceso implica tener el profundo deseo de hacerlo y aceptar la responsabilidad que ello representa. Esto es como la iniciación de un viaje para el que hay que establecer un destino y sólo cada uno sabe cuál es el suyo. El proceso de coaching, como un viaje, tiene un destino, un objetivo que la persona expresa para el proceso en general y para cada sesión en particular.
•  Conectarse con el Aquí y el Ahora. Una vez establecido el objetivo, la persona inicia el proceso de “Darse Cuenta” del lugar en el que se encuentra en el momento presente. Se enfrenta con sus características, sus temores, sus creencias, sus valores, sus habilidades y debilidades y con todo aquello que hoy día lo define y le facilita o dificulta avanzar en el camino hacia alcanzar su objetivo y alinearse profundamente con su Ser y su propósito de vida.
•  Desplegar la creatividad. Cuando la persona comienza a reconocer el lugar en el que se encuentra en el presente y la forma como esa realidad le acerca o le aleja de su propósito, es cuando se da el terreno fértil para desplegar todo el potencial creador del individuo que le permita sobrepasar los obstáculos y acortar las distancias entre lo que quiere lograr más allá de los objetivos específicos del proceso (su propósito) y la situación en la que se encuentra Aquí y Ahora.
•  Desacomodarse y actuar. Avanzar en la espiral es un proceso lleno de aventura, riesgos y oportunidades en el que sólo se puede adelantar si rompemos con la inercia con la que hasta ahora hemos venido caminando. Hay que desacomodarse, ensayar nuevas formas de ver la realidad, de actuar en el entorno y comportarse con los demás para lograr la verdadera transformación.
•  Trascender el objetivo. Alcanzar las metas es sólo parte del proceso de crecimiento y no debe constituirse en un fin como tal. El verdadero aprendizaje está en poner en perspectiva esos logros, y ver de qué manera estos están en relación con la esencia del ser. Este es un momento de introspección en el que se crece a través del darse cuenta de lo que en verdad es importante para el individuo. Es aprender a aprender sobre sí mismo.
Dado que la espiral es una sola, una sesión de coaching es sólo un fragmento del proceso de coaching como tal. Por lo mismo, la persona que ingresa en un proceso de coaching hace, en extenso el mismo recorrido de una sesión, en el proceso completo, iniciando con asumir la potestad y finalizando con trascender el objetivo. La sensación de haber ganado más de lo que se había fijado inicialmente es un claro indicador del éxito de la sesión y del proceso mismo.
Una vez sola, sin el apoyo del coaching, la persona continúa en su propio proceso de avanzar, trascender, crecer y vivir en congruencia con su Ser Esencial.
En la medida en que la persona profundiza en su espiral incrementa la capacidad de impactar su entorno. Es decir, la espiral comienza a ensancharse para iniciar un proceso de “tocar” a quienes se encuentran a su alrededor. Esto se puede asimilar a las ondas que ocasionan una gota de agua que cae en un estanque, se van haciendo mayores. Ese impacto tiene el límite que cada quien quiera poner. El riesgo es que este impacto, al ampliarse, se atenúe y se vuelva difuso y que el individuo se pierda de su centro, de su ser, aturdido por el ruido del entrono. Es en esos momentos cuando la espiral vuelva a su dinámica eterna y busca de nuevo su Ser esencial. La dinámica se presenta así de manera continúa, como un permanente ir y venir del Ser Esencial hacia el impacto externo y hacia el crecimiento interior.

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